¿Comenzamos la observación? Imagina que te sientas frente al telescopio, con el cuerpo y la mente atentos, alineados con el instrumento. Acercas tu ojo al ocular. Afuera, la noche es profunda. No hay ruidos, solo el crujido del edificio y el tic-tac constante del reloj sideral. El aire es frío, pero tu concentración lo ignora. Respiras hondo para no parpadear. No puedes perderte el momento justo, aunque el tiempo parece estirarse mientras esperas que la estrella cruce la línea. Tu oído mientras tanto sigue el reloj. Tu cuerpo y mente se vuelven parte del telescopio. ¿Puedes mantener la atención? Así observaba Juan. Difícil, ¿cierto?
El telescopio de tránsito era el instrumento principal del observatorio. Juan lo usaba para observar el paso exacto de una estrella por el meridiano y calcular la hora local. Para registrar ese momento con precisión, utilizaba un reloj sideral: un reloj ajustado al movimiento diario de las estrellas, no al del Sol. Ambos instrumentos trabajaban en conjunto para medir el tiempo astronómico. Antes de cada observación, Juan también revisaba las condiciones del clima, ya que el aire podía afectar lo que se veía. Observar era un trabajo delicado, que exigía paciencia, práctica y concentración. ¿Te animas a intentarlo con Juan?